viernes, septiembre 15, 2006

Sentimientos originarios, originales

Sus pies desnudos colgaban por fuera del balcón. Había pasado toda la tarde en la misma posición. El cenicero estaba lleno y ya empezaba a oscurecer, y ella todavía no tenía ninguna respuesta.

Pensaba sobre el futuro. ¡Qué inútil pensar sobre el futuro! ¡Ya estaba viviendo con perspectiva de 80 años y no de 800!

Pensó sobre cómo iba a dirigir su vida. Pensó toda la tarde en ello, mientras sus pies desnudos colgaban por fuera del balcón.

Aunque consciente de la estrella que le ampara, empezaba a sentirse algo cansada, a días, del trabajo que desempeñaba. No le encotraba sentido en lo más hondo de su ser. No se lo encotraba. Se decía todos los días que tenía suerte. Un buen jefe, buenas relaciones, libertad, continuas salidas a ruedas de prensa y viajes corporativos... buenas condiciones laborables, teniendo en cuenta que no es más que una recién licenciada becaria.

Aquel día que tuvo que elegir su profesión se vió entre la espada y la pared. Dudada entre las artes (siempre las artes) y lo que ése día tocó, el periodismo. No eligió las artes porque ése día pensó que no le darían de comer. Gran paradoja teniendo en cuenta que sin saberlo eligió una de las profesiones más precarias en la actualidad.

Aquel día eligió una profesión donde no hay Colegio, donde no hay trabajo seguro, donde si se quiere ser coherente con uno mismo hay que discutir con el jefe y donde si lo que se quiere es un trabajo estable, que dé estabilidad emocional, hay que mentir. Una profesión hecha, paradójicamente otra vez, para no mentir, para decir la "verdad".

Había pasado toda la tarde en la misma posición. Con sus pies desnudos colgando por fuera del balcón. Y todavía no tenía una solución.

Ella soñaba con salir a la calle y conocer a esas pequeñas personitas que luchan por lo que creen. Esas pequeñas personas que cuentan sus historias, impasibles, como si sus vivencias fueran las mismas que las del resto de los mortales:
padres blancos que emigraron hace 40 años a África a un pueblito de 20.000 personas y ahora ayudan a 10.000 prostitutas, cientos de niños y otros tantos hombres y mujeres que no tenía qué comer;
ex-monjes budistas japoneses que ahora cocinan platos con nombres como "rocío de primavera sobre..." y dan las gracias porque una les da las gracias;
señoras de 90 años que estuvieron condenadas a muerte por los Civiles por ser enfermeras de los Republicanos, que se fueron al exilio, a Argentina, y que años después, viven en la calle, vestidas de negro riguroso tapadas hasta el cuello porque una vez hicieron una promesa...

Eso era lo que ella quería hacer. Rescatar esas grandes historias y que mediante ellas los entes que pasaran debajo desus pies desnudos colgados por fuera del balcón pudieran reflexionar sobre sus asquerosas vidas llenas de envidias, de odios, de estreses y de tanta tontería.

Por lo menos eso lo sabía. Sabía qué quería. Con qué soñaba. Con que se ilusionaba ilusa.

Pero se daba cuenta de que son pocas las personas que la pueden entender. Imposible buscar ofertas de empleo. En las páginas de los periódicos, donde el resto de la gente busca, no publican anuncios sobre las vacantes que hay en otras empresas, en la competencia. En internet no ha sido capaz de encontrar una web donde (dejémos ya que haya ofertas de empleo) siquiera se considere la de periodista una profesión: "autores y otros", "escritores", "comunicadores y demás", todavía nunca periodistas. Curioso.

Ella quería cambiar un poquito el mundo. Quería hacer aflorar los sentimientos originales de la gente y de esta manera lograr que estuvieran un poco menos alineados.

Pero parece que hoy sólo es un día para tener los pies desnudos colgados fuera del balcón mientras suena el Vals de los Mounstruos de Yann Tiersen.



Lloren por encontrar sus sentimientos.

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